Gildardo Cilia López
Los economistas suelen irse a los extremos, es decir, subestiman o sobreestiman los fenómenos financieros, a veces guiados por elementos ideológicos, externos al propio análisis económico o financiero. Esos extremos marcan la pauta del debate cotidiano y cuando al cabo de tiempo se aprecia un sesgo en la apreciación, viene la recriminación o el escarnio. Sólo basta recordar el pronóstico de Agustín Carstens en la crisis que dio inicio en septiembre de 2008; quien comentó: “si Estados Unidos tiene catarro, México pulmonía”; para luego agregar que con esa crisis no nos iba a dar una pulmonía, aunque si un catarrito. El pronóstico fue incorrecto, la recaída fue importante, en 2009 la economía mexicana decreció 6.7%.
Poco caso tendría no ver hacia futuro, es importante anticiparse al colapso para adoptar las medidas adecuadas. De la turbulencia financiera actual se derivan dos preguntas pertinentes: 1) cuáles son sus características y 2) que tan preparada está la economía mexicana para enfrentarla. Las respuestas a estas interrogantes definirán su verdadera intensidad.
Las crisis financieras suele afectar a todos los agentes económicos de un país, por lo que es importante ser lo más objetivo posible. Los analistas (más los dedicados a las finanzas o a temas financieros) suelen utilizar términos confusos; lo que poco ayuda a prevenir a la gente (ahorradores e inversionistas) sobre los procesos especulativos para que protejan de la mejor forma sus intereses.
Sobre la turbulencia financiera actual y su posible impacto en la economía mundial, me agradó la columna publicada por The New York Times intitulada “Tres lecciones que nos dejó la quiebra de Silicon Valley Bank” (SVB), cuyo autor es Kevin Rose. Trataré de seguir este hilo conductor, procurando no recurrir a tecnicismos financieros y contables y con los menores anglicismos posibles; también abundaré en el significado de conceptos que ahí sólo se mencionan.
I.- La quiebra del Banco - dice Rose - se derivó del pánico financiero derivado de la reacción de empresas emergentes (start-ups) dedicadas a la industria de la tecnología.
Lo primero a aclarar es que una empresa emergente es aquella de reciente creación o con un máximo de 5 años de vida. Se sobreentiende, entonces, que estas empresas eran las principales clientes de SVB y que actuaba una especie de contraprestación, es decir, el banco les otorgaba créditos y en correspondencia las empresas abrían cuentas bancarias.
Un banco es un intermediario financiero, es decir, recibe depósitos (ahorros) y coloca recursos de diferente forma (cartera de créditos o compra bonos y acciones). A esto se le llama portafolios financiero. Entre los instrumentos financieros adquiridos por SVP se encontraban los bonos de tesoro de los Estados Unidos.
Los bonos de tesoro son emitidos por el Gobierno de Estados Unidos, con poco riesgo y devienen en el pago de intereses a una tasa pactada en el largo plazo, pagándose siempre el capital al término de su vencimiento. Así los gobiernos, en este caso de Estados Unidos, se allegan de recursos, lo que representa una deuda adquirida o un préstamo recibido por un número considerable de personas físicas o morales (empresas).
Los bonos en periodos de estabilidad de precios suelen ser poco riesgosos; pero se tornan inestables cuando la inflación induce a los bancos centrales (en este caso la Reserva Federal) a aumentar la tasa de interés, con el propósito de ajustar los excesos de liquidez en el mercado. Pocos previeron la inestabilidad en las tasas de interés, ya que durante una década (que incluye el período crítico de la pandemia) ante la estabilidad de precios, se adquirían bonos a bajas tasas de interés; pudiendo a su vez colocarlos en el mercado secundario sin inconveniente económico alguno.
Sólo baste recordar, como paréntesis, las severas críticas de diferentes analistas y de organismos nacionales e internacionales hacia el Gobierno México, incitándolo a endeudarse en la crisis del Covid -19 dado que las tasas de interés estaban cercanas a cero. Eso no se hizo previniendo el posible cambio en el contexto de precios y tasas de interés, que podía originarse por el exceso de liquidez proveniente de los cuantiosos subsidios y apoyos a individuos y a empresas, sin que hubiese un soporte productivo real. Esta expansión monetaria fue financiada desde los gobiernos con deudas, ya sea internas o externas, o incluso con emisiones primarias de dinero.
Esto lleva a una primera complejidad: ¿qué tienen que ver las tasas de interés con la inestabilidad en el valor o precio de los bonos? Quien emite bonos (predominantemente los gobiernos) los ofrece a una tasa de interés específica (generalmente fija), pagando siempre el monto invertido (capital o principal) al final del plazo o periodo de vencimiento.
Podemos inferir, entonces, que un incremento en las tasas de interés tiene un efecto inmediato en el valor (precio) de los bonos. Cuando los bancos centrales aumentan la tasa de interés de referencia y emiten nuevos bonos, los adquiridos con anterioridad dejan de ser atractivos por el simple hecho de que sus tasas o rendimientos son inferiores; de modo que se tendrán que vender a un menor precio en el mercado secundario para compensar la diferencia en tasas.
De una manera sencilla: al momento que los gobiernos emiten bonos a una mayor tasa de interés, los compradores optarán por éstos, estrechándose la posibilidad de comercializar los bonos de emisiones anteriores porque sus tasas son menores; quedando como única opción un castigo en precio. Quien vende bonos antes del vencimiento se apega a las condiciones del mercado, siendo adversas si continuamente se elevan las tasas de interés.
De modo que si se tienen que efectuar pagos en el corto plazo por compromisos previamente adquiridos y en el portafolios financiero se tienen preferentemente bonos (era el caso de SVB) no queda más que venderlos por debajo de su valor, lo que significa en los hechos una pérdida.
II.- En su columna Rose establece que existía una relación vinculatoria entre los compromisos financieras de las empresas emergentes y los de SVB.
En los últimos dos años (o tal vez, sólo en el último) existió una desaceleración en la inversión de tecnología; teniendo las empresas emergentes la necesidad de retirar sus depósitos efectuados en SVB para afrontar gastos operativos o de administración. Ante este doble efecto: menos depósitos y más retiros, el Banco redujo su margen de negocios; por lo que tuvo que vender sus bonos, asumiendo pérdidas.
Esto resuelve en gran parte la duda, ¿qué banco está dispuesto a asumir pérdidas, vendiendo bonos por debajo de su valor inicial? Sólo aquellos con apremiante situación financiera, que corren el riesgo de caer en impagos (defaults).
No es inusual que los bancos vendan activos todo el tiempo, o que, busquen allegarse de capital; lo problemático es cuando tienen clientes más avezados en el conocimiento de las finanzas y de los riesgos financieros; que pueden inducir rápidamente que se está cerca del incumplimiento financiero.
Las dudas sobre la solvencia de SVB estaban fundamentadas y se acrecentaron cuando se advirtió que el Banco presentaba problemas en su balance y que tenía que resarcir pérdidas por mil 800 millones de dólares, derivadas en gran parte de la depreciación en el valor de los bonos adquiridos durante los años anteriores.
Vale la pena destacar que los depositantes principales de SVB eran fundadores e inversionistas de empresas emergentes, con sólida educación financiera. Esto les permitía analizar el comportamiento del valor de los activos del banco, así como su impacto en los estados financieros; dándole especial atención al riesgo de insolvencia que se derivaba de la falta de liquidez y de la asunción de pérdidas.
El pánico financiero adquirió características particulares, tal vez por estar analíticamente más fundamentado fue más catastrófico. Sólo en un día los retiros ascendieron a 42 mil millones de dólares, dejando a SVB con un saldo negativo en caja de mil millones de dólares.
La rapidez de la quiebra fue estrepitosa, actuando cuando menos cuatro factores:
La velocidad de la banca electrónica o digital para materializar los retiros bancarios.
El pánico viral que se desató en las redes sociales, principalmente en Twitter, en donde se advirtió sobre los problemas de liquidez de SVB para afrontar sus compromisos de pago.
El efecto contrario que tuvo en el mercado las líneas de capitalización y de saneamiento financiero anunciadas por los ejecutivos del Banco. Éstas sólo confirmaron los aprietos de SVB y el rumor de quiebra: el 9 de marzo las acciones de SVB cayeron 62%; y
Las recomendaciones de corporaciones de capital de riesgo, entre ellas Founders Fund, Coatue Management y Unión Square Ventures, que aconsejaron a sus empresas de cartera el retiro de fondos.
Todo fue letal.
III.- El último punto que interesa de Rose es si la quiebra de SVB va a llevar a una crisis sistémica.
Conviene primero definir, una crisis sistémica es el hundimiento generalizado de la actividad económica como consecuencia de una reacción en cadena del colapso de sectores o empresas estratégicas, generalmente con gran predominio en el mercado. Las consecuencias de este colapso no sólo se resienten en los países de origen, sino en todo el mundo, llevando a un estancamiento de la producción y de los ingresos globales. Debe señalarse que una crisis sistémica no necesariamente tiene sus raíces en fenómenos económicos o financieros, la irrupción del Covid-19 es el mejor ejemplo de ello.
Esto es, una crisis sistémica arrasa con todo y se traduce en quiebras masivas de empresas, destrucción de empleos, crecimiento de deudas e insolvencia de los gobiernos y hundimiento del consumo privado y de la demanda.
A efecto de bajar los decibeles, tal vez valga la pena referirnos en el caso de la quiebra de SVB a lo que es un riesgo sistémico bancario, haciendo a un lado la palabra crisis. La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) define el riesgo sistémico a partir de la identificación de instituciones financieras cuya quiebra potencial pudieran afectar la estabilidad del sistema bancario o de la economía, en su conjunto. En el caso de México estos bancos son BBVA Bancomer, Santander, Banamex, Banorte, HSBC y Scotiabank; por esta razón la CNBV les exige niveles de capitalización mayores a los mínimos determinados.
Volvamos al tema, ¿la quiebra de SVB llevará a un crisis sistémica? Para Rose no, por tres razones fundamentales:
Aun cuando reconoce que la quiebra del banco tendrá un efecto multiplicador en muchas empresas emergentes del sector tecnológico por el problema de retiro de recursos para afrontar gastos operativos, descarta un riesgo sistémico en el sistema financiero porque se trata de un banco de importancia local (California); ello pese a que fuese el décimo sexto banco más grande de Estados Unidos, con 200 mil millones de dólares en activos. Es decir, aunque la cifra parezca estratosférica, no deja de ser pequeña de acuerdo con los parámetros de Wall Street.
La regulación bancaria fue eficiente y se actuó oportunamente, amortiguando el efectos de pánico que se pudo haber transmitido hacia otros bancos con otro tipo de giros y de clientela. El 10 de marzo la Corporación Federal de Seguro de Depósitos hizo lo que siempre hace cuando un banco quiebra: intervino, tomó el control e intentó compensar a los clientes del banco, particularmente, aquellos con depósitos inferiores a 250 mil dólares. La transferencia de activos y pasivos se hizo de manera ordenada a otro banco, amortiguando los efectos reales y psicológicos de la quiebra.
Lo más probable es que en el futuro cercano, un banco grande de Wall Street, interesado en penetrar en el sector de tecnologías adquiera SVB en un concurso de acreedores. Este banco “asumirá los activos y pasivos de SVB compensará a sus depositantes y nadie sufrirá pérdidas catastróficas (excepto los accionistas de SVB)”.
Queda claro - siguiendo a Rose - que lo que se aprecia en el mundo es una natural burbuja especulativa, que no deja de ser importante por la quiebra de un Banco; sin embargo, pronto se calmarán los ánimos de aquellos que conciben, o, que empujan a pensar, en una nueva crisis sistémica.
Falta por contestar una pregunta: ¿qué tan preparado está México para afrontar una turbulencia financiera como ésta? Vale la pena responder esta interrogante, aun cuando tal vez en una semana los vientos se hayan calmado y se presente una importante recuperación del tipo de cambio. Valdrá la pena analizar que significa tener un peso fortachón.
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