Gildardo Cilia López
Bandolerismo y Justicia
Como afirma Octavio Paz, “la nación surge de un todo deshecho” y durante el siglo XIX, se construye penosamente, en medio del caos y de la ingobernabilidad. El nuestro, era un país que requería efectivamente “orden, paz y progreso”; sin embargo, quienes lo gobernaban se movían estrechamente, porque omitían en la práctica el concepto sustantivo que le podía darle un mejor destino a la patria: “justicia”.
Después de más de seis décadas, con la restauración de la República, los anhelos de cambio se multiplicaron. Todo fue en vano, ninguno de los gobiernos liberales: los de Juárez, Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, trajeron consigo el empoderamiento de la justicia; más bien lo que se impuso fue una “estabilidad” acotada y salvaje: continuó el despojo de tierras y los trabajadores acasillados siguieron viviendo en las mismas condiciones que imperaban en el periodo colonial. Los salarios eran de hambre y de miseria, incluso inferiores a los existentes en 1800, durante el periodo colonial.
El México del siglo XIX fue convulso, gran parte de la masa social se oponía a los conceptos de autoridad y gobierno. Así se configuró el México bronco y caótico: el de la gente que quería hacerse justicia con su propia mano; el que idealizó a los bandoleros porque se oponían a un orden adverso, carente de justicia. Todo se hizo confuso, porque el bandolerismo se convirtió en casi todas las regiones en una manifestación más de la rebeldía o del desacuerdo social; quienes operaban fuera de la ley encauzaban el sentir de la gente ante un malestar reprimido; de modo que en las zonas urbanas y rurales muchos de estos bandidos se convirtieron en los héroes de los pobres: en un modelo de aspiración de justicia.
Para los gobiernos de la República, los bandoleros significaban la mayor de las calamidades porque obstaculizaban el orden y el progreso. Conforme a su visión eran éstos los que mantenían el país en ruinas, los que impedían el desarrollo del comercio y ahuyentaban las inversiones; los que diezmaban el poder del Estado e impedían la conformación de una nación integrada hacia los fines sustantivos de su defensa y desarrollo.
Pero en el país existía también algo más que una rebeldía primitiva encabezada por bandoleros que se enfrentaban a la autoridad sólo para alterar el orden público o “para arrebatarle el dinero a los ricos” sin proponer nada sustantivo. En la sexta década del siglo XIX, se fue configurando un movimiento que si proponía un cambio profundo en el orden establecido.
Miguel Negrete: el General Rebelde
Al término de la independencia se presentó una intensa contienda entre los diversos grupos políticos por la definición del destino que debería tener la nación. Era un México en la que la posibilidad de llegar a acuerdos parecía imposible. Conforme a una síntesis maniquea, en nuestra historia sólo se concibe la existencia de dos grupos con posiciones irreconciliables: los que estaban por el viejo orden y los que bogaban por un nuevo orden de corte liberal. Grupos que en abierta contraposición parecieran explicar por sí mismos la abierta ingobernabilidad que caracterizó al siglo XIX.
Esto no es del todo cierto, simplemente porque ni los conservadores, ni los liberales, eran grupos homogéneos o monolíticos; cierto había causas o principios comunes, pero a la vez, en sus senos, los hombres tenían diferencias importantes en su concepción, objetivos y luchas. Así, entre 1867 y 1868, al término de la intervención francesa, el General Miguel Negrete se atreve a desafiar abiertamente a Juárez: “Culpaba a los funcionarios en el poder de estar abusando de la embriaguez de entusiasmo en que se sumergió el pueblo por la dictadura de los invasores, para hacer fraudes y maniobras electorales, corromper autoridades locales y enriquecerse”.
Tiempo después, en junio de 1879, en su manifiesto a la nación en contra del gobierno porfirista, realiza la siguiente proclama:
“La República que ha caminado siempre de ilusión en ilusión, vio en el general Porfirio Díaz una nueva esperanza…
El país tiene el desprestigio en el extranjero... En el interior, un pueblo hambriento, agitándose en las ciudades y en los campos, azotados por la miseria. La República (está) en ruinas…
Todos sin distinción están en el deber de salvar a la patria; a ellos apelo en la lucha que voy a emprender contra la usurpación y la tiranía”.
¿Quién era el General Miguel Negrete, que se atrevió a desafiar a Juárez y Díaz? Debe decirse que se trata de un hombre notable, del que conviene hacer una sinopsis de su biografía:
Nace en Tepeaca, Puebla en 1824.
Lucha contra la invasión norteamericana en 1847, con el grado de sargento primero. Combate en Puebla, Churubusco y Chapultepec. Ante lo que le parecía inadmisible: que la patria se rindiera, “él y un puñado de civiles que reclutó agarraron unos cuantos rifles y se apostaron en las ventanas y en los edificios adyacentes al Zócalo. Empezaron a tirar sobre los norteamericanos durante la ceremonia de rendición oficial y al izamiento de la bandera (norteamericana) en la plaza. La lucha continuó por la tarde y por la noche, (el ejército norteamericano) obliga a retroceder (a estos manifestantes)…hacia la sección del mercado de la Merced”(1).
En 1855 se levanta en armas durante la Revolución de Ayutla, en apoyo a las fuerzas liberales con el objetivo de derrocar la dictadura de Antonio López de Santa Anna; siendo ascendido al grado de coronel.
En 1857 decide unirse al bando de los conservadores y milita en estas fuerzas, abrazando la causa de los conservadores durante la Guerra de Reforma.
Durante la Segunda Intervención Francesa en México, haciendo a un lado la causa conservadora, participa en la defensa del territorio mexicano. Ante el avance de las tropas francesas hacia el centro de México, Negrete proclama su célebre frase: “Yo tengo Patria antes que Partido”. Su actitud patriótica, lo convirtió en uno de los héroes de la batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862: fue el que repelió al ejército francés en el Cerro de Loreto. “Por su brillante actuación, es considerado como el segundo héroe de la batalla del 5 de mayo”.
El General Negrete – como se ve - era un hombre que en el transcurso de su existencia hizo diversas lecturas históricas; que se rebeló contra Juárez y Díaz, teniendo todos los merecimientos para llevar una vida tranquila, hasta estirarse y blanquearse, es decir, aristocratizarse: ¡era un héroe de la patria!
Pero Negrete era un hombre distinto, de los pocos que existen en nuestra historia: actúa conforme a su conciencia y su espíritu vehemente lo lleva a ser un rebelde en búsqueda de justicia. Su condición de héroe - por esa rebeldía- sólo le sirvió para salvar la vida.
El General Anarquista
Las controversias y desacuerdos con Juárez y Díaz, siendo Negrete ya un hombre maduro (más de 40 años) lo llevan a buscar un marco ideológico congruente con su espíritu de justicia. Así en la sexta década del siglo XIX se adhiere y hace suyas las ideas anarquistas, traídas en México por el inmigrante de origen griego Plotino Constantino Rhodakanaty, quien llegó a México en febrero de 1861.
Plotino Rhodakanaty
Rhodakanaty crea en 1863 el "Grupo de Estudiantes Socialistas” y en 1865 “La Social” y “la Escuela del Rayo y el Socialismo”, en Chalco. De esta actividad ideológica y formativa surgen las primeras organizaciones y actores nutridos con una profunda vocación revolucionaria, como, Francisco Zalacosta, Santiago Villanueva, Hermenegildo Villavicencio, Julio Chávez López y Alberto Santa Fe. Todos ellos atacados y combatidos por los gobiernos de Juárez y de Díaz y en donde Chávez López y Zalacosta mueren heroicamente.
Entre 1868 y 1890, el General Negrete apoya decididamente a estos grupos anarquistas y mantiene los focos de la insurrección bajo los principios sustantivos de esta doctrina en las diferentes regiones y distritos de Puebla; extendiéndose los focos de esta rebelión hacía los estados de México, Morelos y Guerrero.
Los Orígenes del Agrarismo en México
En 1868 y 1869 el General Negrete se adhiere al movimiento encabezado por Julio Chávez López y dirige la campaña contra las tropas de gobierno en la región Puebla-Morelos. Esa adhesión transforma radicalmente a Negrete, uniéndose a las reivindicaciones agrarias contenidas en el “Manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México y del Universo”, que fue publicado el 20 de abril de 1869.
En 1867, Chávez López en una febril actividad revolucionario, inició el asalto a las haciendas de Chalco y Texcoco, extendiendo esa acción hacia los Estados de Morelos, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo. Mediante estos ataques, se llevaba al cabo la repartición de tierras de las haciendas a los campesinos, previa destrucción de los documentos que acreditaban a los hacendados como los propietarios. Tierras que por cierto, en muchos de los casos, habían sido adquiridas mediante el despojo y con el uso de la violencia hacia los pueblos y comunidades originales(2).
El Manifiesto de Chávez López, textualmente señalaba:
“Hermanos: ha llegado el momento de despejar el campo, de pedir cuentas a los que siempre nos las han exigido; es el día de imponer deberes a quienes sólo han querido tener derechos. Los que se han aprovechado de nuestra debilidad física, moral e intelectual se llaman latifundistas, terratenientes o hacendados. Los que pacientemente nos hemos dejado arrebatar lo que nos corresponde nos llamamos trabajadores, proletarios o peones”.
“Los hacendados… han señalado sus posesiones en los lugares que han deseado, sin que el pueblo proteste. Habíamos creído que el triunfo de la república sería el verdadero triunfo del pueblo…pero con suma tristeza hemos visto, que estos mismos hacendados han tenido refugio en los faldones republicanos, lastimándose así los intereses que deberían ser inviolables; los de los pobres…
Queremos la tierra para sembrar en ella pacíficamente… quitando desde luego el sistema de explotación; dando libertad a todos, para que siembren en el lugar que más les acomode, sin tener que pagar tributo alguno; dando libertad para reunirse en la forma que más crean conveniente, formando grandes o pequeñas sociedades agrícolas que se vigilen en defensa común, sin necesidad de un grupo de hombres que les ordene y castigue…”
Chávez López después de una campaña relativamente exitosa en Chalco, en Texcoco, en San Martín Texmelucan y en el sur de Morelos, fue sorprendido y derrotado por el ejército juarista en Actopan, Hidalgo. Se le condujo a Chalco, en donde fue fusilado en el patio de la Escuela del Rayo y del Socialismo en septiembre de 1869.
El General Miguel Negrete, en franca sublevación contra Juárez, en 1869 toma los fuertes de Loreto y Guadalupe, siendo capturado y condenado a muerte. Sin embargo, Porfirio Díaz con el interés de contar con su apoyo en sus aspiraciones políticas, interviene para conseguirle un indulto. El argumento de Díaz fue irrebatible: “se trata de un héroe de la patria”.
La relación de Negrete con Díaz se volvió con el tiempo inestable y ante una situación que le parece inadmisible: la miseria popular, se subleva contra Díaz. El clímax de la actividad revolucionaria del General Negrete, se da durante el periodo 1878 a 1886.
General Miguel Negrete
Entre 1878 y 1879 apoya al documento cúspide de la ideología agraria del siglo XIX, elaborado por el Coronel Alberto Santa Fe: “La Ley del Pueblo” y en 1886 sobre las bases de dicho documento, se levanta en armas, con una proclama en la que demandaba:
La libertad y la autonomía de los pueblos.
El municipio libre, que debería ser la unidad fundamental, política y económica de la nación.
La redistribución de las tierras en los municipios, para que éstos la repartieran individualmente a los campesinos o la mantuvieran en común, según lo que fuera común con la tradición local.
La fundación de bancos agrarios para propiciar los fondos necesarios para la irrigación, los implementos agrícolas y el desarrollo general.
A los trabajadores urbanos apoyo para establecer el sistema de cooperativas, sociedades mutualistas, salarios más altos y mejores condiciones de trabajo.
En 1887, derivado de su encarcelamiento y de una enfermedad que los postra en cama, el General Miguel Negrete abandona la lucha revolucionaria y muere diez años después. La historia oficial ha mantenido en el olvido los méritos patrióticos del General Negrete y la lucha revolucionaria de él y de los anarquistas de la segunda mitad del siglo XIX; pero su legado se convirtió en una de las savias fundamentales que nutrieron al movimiento agrario zapatista.
Sí, “Tierra y libertad”, más que lema, fue el clamor de justicia de una lucha histórica que se anidó en la conciencia de nuestro gran pueblo. Ese fue el eco que escuchó Zapata.
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1 John M. Hart. “Miguel Negrete. La Epopeya de un Revolucionario”. Universidad de Houston, p. 71 (Documento en internet).
2 Carlos López. “El manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México de Julio Chávez López. Documento en Internet.
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