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Las trum-petas del apocalipsis

Alberto Pérez Schoelly



“La crisis de la Humanidad es la crisis de su dirección revolucionaria” : León Trotsky.

"Paradoja de la historia: el hundimiento del sistema capitalista viene de la mano, no de un movimiento socialista como lo habíamos pensado y deseado, sino de la mano de un dirigente ultraderechista".
Alberto Pérez Schoelly

EL día 2 de abril fue un día aciago para el mundo. Pero no ha sido tan trágico para todos por igual. La imposición de aranceles que ha impuesto Trump a casi todos los países del mundo (ni siquiera una isla habitada por pingüinos se salvó), causó un efecto demoledor en todos los mercados financieros del mundo. México y Canadá, por lo pronto, nos hemos salvado de los “aranceles recíprocos”, gracias al TMEC. Pero están pendientes de aplicación los aranceles al acero, al aluminio y a parte del sector automotriz. Siguen las negociaciones, al menos por parte de México, con el gobierno de Trump. Cabe mencionar la manera diplomática, inteligente y eficaz con la que el gobierno de la compañera Claudia Sheinbaum ha hecho frente a las amenazas y amagos de EEUU. No me extenderé al respecto.


El tema de fondo es que las acciones de Trump responden a una agenda no muy visible. A primera vista, podría pensarse que son acciones irreflexivas y desquiciadas, impulsadas por un orate con todo el poder económico y militar para hacerlo. Yo mismo he señalado a Trump como el Calígula del imperio yanki, para equiparar la aparición de aquel emperador romano, sintomático del declive de ese imperio, con Trump, la crisis y la inminente caída del imperio yanki. Todos los imperios tienen su ascenso, su clímax, su declive y su desaparición. El norteamericano no es la excepción.


Pero creo que hay que ver las cosas más a detalle. El capitalismo mundial en su fase actual revela señales que no han acabado de descifrarse del todo, principalmente por los analistas de los grandes medios. Y es que no les gusta aceptar que la llamada “globalización económica” ya había sido descrita por Karl Marx desde el siglo XIX. No con esas palabras, pero Marx hacía referencia a los procesos de concentración y centralización del capital, la expansión del mercado mundial como una necesidad inevitable del capitalismo, así como la aparición del “capital ficticio”, es decir, la aparición de las primeras formas de especulación y estafas financieras (Cf. capítulo 25 “Crédito y capital ficticio” del Tomo III de El Capital), tal y como funciona ahora el capital financiero especulativo y dominante en todo el mundo, causante de la última gran crisis capitalista de 2008.


Una de las características del desarrollo capitalista a partir de la implantación del neoliberalismo en América del Norte y en Europa como sus impulsores principales, desde la era Reagan-Thatcher, es la desagregación de las cadenas de suministro en diferentes países y continentes. Lo que antes se hacía en un solo país, y hasta en una sola fábrica, ahora se empezaba a descomponer en diferentes cadenas, buscando la mayor rentabilidad, en diferentes países. La fabricación de una mercancía se pasó a elaborar en procesos separados, distribuidos por todo el mundo, de tal manera que al final del proceso los capitales obtenían una mayor rentabilidad porque sus costos, a pesar de las distancias, eran menores que en sus países de origen. Por un lado, evitaban las altas tasas impositivas de sus países de origen, los altos salarios de los trabajadores y demás obligaciones, para repartir por otro lado sus operaciones en países pobres con bajos salarios, sin prestaciones y además con un trato preferencial de los gobiernos, con lo que obtenían exenciones fiscales y otros privilegios. Se acercaban además a sus mercados más nutridos en poblaciones demandantes de sus productos.


Este es el origen de la “desindustrialización” que han sufrido Europa y EEUU desde hace décadas. Gran parte de sus industrias han trasladado sus operaciones a países de Asia y América Latina. El mercado mundial se convirtió en la arena donde se lleva a cabo la verdadera socialización del trabajo. El capitalismo moderno ha evolucionado del capitalismo productivo-industrial al capitalismo financiero-especulativo, donde se enmascara cada vez más la cara del capital. El mundo aparencial del capital financiero es considerado ahora como la realidad económica. Las calificadoras crediticias tienen ahora un poder transnacional. Si los conquistadores del Nuevo Mundo llegaron y engañaron con espejitos a los pueblos originarios, ahora el mundo entero ha sido engañado con los espejitos del capital financiero.


Estados Unidos, como el campeón vencedor de la Segunda Guerra Mundial, dictó los términos de las nuevas instituciones surgidas de esa hecatombe: la ONU, el Banco Mundial, el FMI, el BID, etcetera. A partir de entonces, la intervención constante del Estado en los mecanismos económicos capitalistas se ha convertido en una precondición de su supervivencia.  Así es como hemos pasado de las recetas keynesianas a las monetaristas y ahora de nuevo a las keynesianas, dirigidas desde el Estado. Pero, hoy en día, una realidad es que las más grandes empresas del mundo están asociadas con la electrónica y las tecnologías de la información. Estas poderosas firmas están atrás del triunfo de Trump, consolidando así una oligarquía de millonarios-políticos-empresarios. Y desde ahí pretenden modificar el declive de la potencia norteamericana.


La imposición de aranceles para corregir el déficit comercial entre EEUU y los demás países del mundo no solamente es una idea equivocada que cualquier estudiante de tercer semestre de la carrera de Economía puede echar abajo sin dificultad. El objetivo de Trump de relocalizar “voluntariamente a fuerzas” a empresas norteamericanas en su territorio, es una utopía reaccionaria. No puede ir contra un proceso de valorización del capital a escala internacional y modificarlo a base de “executive orders”, sin proponer algo en su lugar. Por un lado, no es posible que reduzca el salario de un obrero norteamericano al nivel de un obrero peruano, y tampoco, por otro lado, es posible que reduzca los costos operativos en Estados Unidos por arte de magia. La “reindustrialización” que pretende hacer Trump en EEUU más parece un sueño guajiro que otra cosa.


Más bien creo que sucederá todo lo contrario. La guerra comercial que ha iniciado Trump elevará la inflación en EEUU aproximadamente a 4.5%, calculado esto a partir de los aranceles a los principales productos que importa ese país. Por otro lado, la guerra comercial que ha iniciado no tiene muchos visos de que, al final, vaya a beneficiar al pueblo estadounidense. China ya empezó a contraatacar con poderosas medidas no arancelarias. Europa y Canadá van a hacer lo propio. Lo más probable es que algunas empresas importantes de EEUU decidan relocalizarse definitivamente en otros países, a pesar de las amenazas de Trump.


Todo lo anterior presagia mucho descontento social en EEUU. Por un lado, Trump no podrá cumplir con sus promesas de campaña y empezará a decepcionar a su base electoral. Cuando los trabajadores de Detroit perciban que su ciudad ya no vio el regreso de las prometidas empresas automotrices, montarán en justa cólera. Los agricultores que sufrirán con la deportación de sus trabajadores harán otro tanto, porque no habrá alternativas que les ayuden a mantener sus empresas a flote. No creo pecar de alarmista si digo que todo esto traerá, a mediano plazo, una revuelta social en Estados Unidos. Posiblemente veremos un levantamiento de obreros, migrantes, minorías excluidas, comunidades LBGTII, estudiantes y demás sectores agraviados, contra el régimen de Trump. Algo inédito. Podríamos hablar de una guerra civil o de una revolución social, como le quieran llamar. Recordemos que el pueblo estadounidense cuenta, además, con armas en sus casas (y de forma legal).


Siempre se había dicho en México por ejemplo, que para hacer un cambio radical aquí, solamente lo podríamos hacer si EEUU lo hacía primero. Hablábamos de una revolución socialista. Paradoja de la historia: el hundimiento del sistema capitalista viene de la mano, no de un movimiento socialista como lo habíamos pensado y deseado, sino de la mano de un dirigente ultraderechista. El proceso será cruento, y sufrirán millones de personas, primero por la crisis económica y luego por la violencia social. Y no solamente en Estados Unidos. La destrucción de los mercados mundiales solamente traerá guerras y sufrimiento a millones de personas, porque Trump no está proponiendo un nuevo sistema, ni lo quiere hacer. Propone un regreso al proteccionismo económico, acompañado de un fascismo rancio, viejo y mega autoritario, donde el resto del mundo seremos sus víctimas.  




 
 
 

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