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La inflación, la posverdad y los economistas chuecos

Foto del escritor: Gildardo Cilia LópezGildardo Cilia López

Gildardo Cilia López

Evolución de la tasa de inflación de México. Fuente INEGI
Evolución de la tasa de inflación de México. Fuente INEGI

“Por uno que salga chueco, no todos están torcidos”, refranero mexicano (compilación de Herón Pérez Martínez)


La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que la tasa anual de la inflación para la primera quincena de enero se situó en 3.69 por ciento. La noticia resulta excelente porque estadísticamente se ratifica la meta de ubicar a la inflación dentro del rango objetivo de 3 por ciento más un punto porcentual del Banco de México. En la última quincena de diciembre de 2024 la inflación anualizada fue de 3.99 por ciento.


El logro se ha querido demeritar utilizando todo tipo de argumentos. Lamentablemente, algunos economistas o analistas financieros, además, han emprendido campañas para sembrar confusión en torno a lo que es la inflación y a la medición que realiza INEGI. Vivimos, cierto, en la era de la posverdad, en el que se apela a las emociones y creencias de las personas con el propósito perverso de manipularlas. La posverdad va más allá de la simple mentira; esto es, no se busca ocultar intencionalmente la verdad, sino ignorarla para generar el mayor daño posible, si es posible, el caos.


La posverdad fue un término que se popularizó a mediados de la década pasada y que en español sólo existe como sustantivo. Se ha equiparado a la posverdad con la charlatanería, por lo que quien la promueve sería básicamente un charlatán. Dejar la verdad atrás y menospreciarla, a eso se dedican quienes han perdido el hilo conductor de la ética profesional. Hay casos patéticos, entre ellos el de Mario Di Costanzo.


Se puede promover algo que es falso por ignorancia, pero en la posverdad lo más probable es que se engañe conociendo la verdad, lo que lleva a una conducta antiética extrema.  Entre las opciones semánticas para calificar a quien promueve los posverdad, encontré en el Diccionario del Español de México (COLMEX) la palabra chueco, con la siguiente acepción:


“Que tiene forma curva o torcida, cuando se espera que sea recta; que se ha desviado de una línea: un clavo chueco, una pared chueca, un árbol chueco, una línea chueca.”, (agrego) un economista chueco…


Hay que reconocer que es difícil hablar de la inflación. Podría ser, incluso, que los economistas no nos pongamos de acuerdo sobre cuestiones sustantivas, ya que existen diferentes aristas en términos teóricos; lo que no se vale es hacer a un lado cuestiones conceptuales o elementales en donde todos coinciden; ello, sin importar la corriente económica a la que se pertenezca o se quiera pertenecer o la escuela en donde se haya cursado la carrera de economía. Vale la pena comentar lo que se dice en los medios tradicionales y en las redes sociales y que pongo en negrillas:


1.- Se ha avanzado, pero no se ha extinguido la inflación. La inflación siempre será un fenómeno latente y no es conveniente llevarla a una tasa cero o negativa. Mientras las cosas tengan un valor y exista el dinero, nunca dejarán de existir los precios; por lo tanto, en forma inevitable existirán los fenómenos en torno al valor monetario de las mercancías o de los servicios: inflación, desinflación o en grado extremo, deflación. Por otra parte, en todos los países del mundo se concuerda con la necesidad de mantener una inflación mínima permisible, que en el caso de México es de 3 por ciento menos un punto porcentual.


Lo menos que se quiere es tener un mercado deprimido con una demanda raquítica o anular completamente la sed de ganancia de los ofertantes (productores, comerciantes y en general, empresarios), que es el incentivo natural de toda inversión. La inflación no es extinguible, más bien debe mantenerse en límites razonables, sin anular el margen de ganancia promedio que debe de asociarse a los costos de producción. A esta anulación estarían expuestos un buen número de productores e inversionistas si preponderantemente los precios en una economía se ubicarán en una tasa “cero” o por debajo de “cero”.


2.- La inflación no han disminuido porque los precios de algunos productos básicos continúan incrementándose, al igual que el precio de las gasolinas (gasolinazos). La inflación se define como un aumento generalizado y sostenido de los precios; es decir, tiende a afectar a todos los mercados de una economía y no sólo a uno de ellos, aun cuando puedan ser más de uno. Es decir, se trata de un fenómeno macroeconómico en donde lo común es que cambie el precio relativo de un bien o de un servicio con respecto a otros, sin que esa ponderación aislada sea suficiente para que aumente el nivel general de precios. Generalmente los precios dan señales de escasez o de abundancia y muchos de ellos como los agrícolas, los pecuarios y otros primarios están sujetos a ciclos productivos o a calamidades climatológicas; lo que los mueve drásticamente con respecto a los precios de otros productos genéricos. Por cierto, una vez que se superan las contingencias estos precios vuelven a caer, generalmente en forma pronunciada. (Revísese, por ejemplo, el caso del jitomate a mediados de 2024 y compárese con su cotización actual).


Los precios de los bienes o servicios pueden subir, mantenerse o bajar dentro de un lapso quincenal; pero el sólo incremento relativo de uno de ellos con respecto a los demás no indica que sea falso que la inflación esté disminuyendo. Quien es deshonesto como economista no le advierte a la gente que en la publicación sobre la inflación de INEGI existen tablas que indican la variación porcentual y la incidencia quincenal de cada uno de los componentes y de los productos genéricos, incluyendo en el caso de los componentes a los energéticos y en el caso de los genéricos a la gasolina de bajo octanaje. Es decir, no se oculta información: la variación del precio de la gasolina fue mayor que la del índice general y su contribución marginal dentro de la tasa de inflación quincenal fue de las más altas. Sin embargo, este impacto negativo fue más que compensado por el comportamiento de otros productos genéricos con tasas menores e incluso con tasas negativas.


Es evidente que existen diferentes percepciones sobre la inflación: no la ve igual una familia de bajos ingresos que otra con mayores ingresos; incluso, personas con ingresos iguales con diferentes hábitos de consumo la resienten de manera distinta. Justo esto es lo que ha generado una metodología de medición como lo hace INEGI, en el que se contemplan tanto los precios más relevantes, así como la ponderación que deben tener en el índice general.


3.- “Las mediciones hechas por el Inegi pueden ser cuestionadas y derruidas por cualquier pasante de economía ya que cualquier medición que se haga (con un conjunto de productos) arroja un incremento de más de dos dígitos…(aclarándose) el efecto real del proceso inflacionario" (Reyes Orona). Se sabe que existen miles y miles de precios en una economía, por lo que no se pueden considerar todos, sino los que repercuten en el gasto cotidiano; por lo que se deja de lado a aquellos con poca incidencia en el patrón de consumo de la gente y que, en consecuencia, son fácilmente prescindibles. La metodología que utiliza INEGI para medir la inflación es similar (por no decir la misma) a la que se utiliza en casi todos los países del mundo y en la que concuerdan como aceptable los especialistas en la materia, incluyendo a los economistas. El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) es el que mejor refleja la inflación desde la perspectiva del consumidor y su elaboración se soporta en:


  • Los patrones de consumo de los hogares mexicanos obtenidos de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGASTO) y de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH).


  • El análisis dinámico de los patrones de consumo o el cambio periódico de base que actualiza el contenido de la canasta de bienes y servicios; que renueva la estructura de la ponderación de cada uno de los precios que se toman en cuenta; que fija un nuevo periodo de referencia; que introduce un nuevo modelo probabilístico en donde se cotizan los precios de ciertos genéricos y que aumenta la cobertura regional. En términos del patrón de consumo, únicamente piensen en la evolución tecnológica que se ha experimentado desde hace más de cuatro décadas o si se quiere en forma específica, en servicios genéricos como la telefonía móvil, cuyo uso ahora es generalizado.


  • De lo anterior, se derivan los siguientes datos metodológico que ofrece el INEGI: se cotizan precios en 55 áreas geográficas ubicadas en las 32 entidades federativas, que abarcan ciudades de al menos 20 mil habitantes, incluyendo las diez áreas metropolitanas con mayor población; se cotizan mensualmente alrededor de 328 mil precios, agrupados en 299 conceptos de consumo de productos genéricos, además de que 120 mil 454 productos genéricos (como los alimentos) se cotizan cuatro veces al mes (semanalmente) y los restantes cada quincena; y se alcanza una cobertura de 91 ramas de la actividad económica correspondientes a los sectores agrícola, ganadero, industrial y de servicios.


  • Conforme a lo internacionalmente aceptado, cada uno de los 299 productos genéricos se agrega utilizando la fórmula de ponderaciones fijas del periodo de referencia de Laspeyres.


Desestimar el trabajo de INEGI resulta francamente un despropósito; lo es más el pensar que un pasante de economía o incluso cualquier economista, por muy avezado que sea, pueda elaborar un índice con la rigurosidad metodológica y estadística que se requiere para medir la inflación. Se podría, en su caso, realizar un análisis acotado sobre algunos precios relativos; eso no está mal, pero no sería concluyente en términos macroeconómicos. Más allá de cualquier ocurrencia, lo importante es analizar la información que proporciona el INEGI para definir metas lógicas en materia de inflación como lo hace Banco de México. Convendría volver al tema en una próxima ocasión.


Sólo vale la pena aclarar en términos de inflación lo siguiente:


Primero, existen otros índices para analizar la evolución de los precios, entre ellos un subíndice especial que toma en cuenta ciertos productos que conforman la canasta básica, con ello lo que se busca es monitorear la inflación específica que refleje mejor el costo de vida de las familias de bajos ingresos. Desde luego, el costo de esta canasta puede subir, pero lo verdaderamente importante es compararla relativamente con la evolución de los salarios, que no es más que el precio del trabajo; por lo tanto, no podemos hablar de retroceso hacia la pobreza, el hambre o la miseria cuando tendencialmente los salarios crecen a un ritmo mayor que la canasta básica; es decir, cuando aumenta la capacidad adquisitiva.


Segundo, en la inflación se denota cierta estacionalidad y bien se sabe que en enero hay una cuesta; lo que implica que la inflación anualizada de la primera quincena de enero rebase al límite superior del rango objetivo del Banco de México.  Esto no pasó en 2025, puesto que la inflación anualizada fue menor a 4 por ciento.


Esto último fue lo que les dolió a muchos economistas proclives a distorsionar la verdad. Hasta parecen desear que Trump haga efectiva su amenaza arancelaria de 25 por ciento para hacer caer al país en un bache comercial. Ante este escenario, se debe responder con la cabeza fría cuidando a la balanza de pagos, pero sin generalizar tarifas. No hay que olvidar que el arancel es un impuesto que termina pagando el consumidor y que debe continuar el objetivo de la estabilidad de precios, considerando, particularmente, aquellas mercancías que integran el componente subyacente, tal como lo establece la metodología del INEGI. Se deben aplicar aranceles, sí, pero básicamente para aquellos productos importados que resulten innecesarios o prescindibles.


Tengo gran confianza en nuestras instituciones y en nuestra economía que hasta ahora ha sido resiliente. Nuestro esfuerzo como país debe oponerse a la predestinación nefasta, más a la de aquellos que son adictos a la posverdad y que anhelan el desmoronamiento del país. Se equivocan estos y otros medrosos, hay vientos que fortalecen; ese es el ejemplo de Juárez.

 

 

 

 

  

  

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