Gildardo Cilia López

(Trump) “no entiende muy bien la economía. Las cosas que dice son cosas que un estudiante universitario después de tres meses tal vez no diría”, Richard D. Wolff
Ante el creciente poderío del imperio persa, Creso un hombre con una inmensa riqueza, gobernante de un próspero reino, decidió consultar al Oráculo de Delfos: ¿debo o no entrar en guerra? La respuesta fue críptica: “si cruzas el río Halis caerá un gran imperio” Sin razonar lo suficiente, confiado, reunió a su ejército y cruzó el río. Las fuerzas lidias fueron derrotadas y su imperio cayó en manos de Ciro el Grande. Había caído un gran imperio, el de Creso. En plena batalla, Creso reparó en que el oráculo no había especificado que imperio caería; después, con la ocupación de Sardes, los persas se apoderaron de las minas de oro que hacían inmensamente rica a Lidia.
Una ambigüedad lleva a juicios erróneos. Tan importante como la misma profecía, era evaluar el poderío del enemigo para diseñar una estrategia correcta y hacerle frente. Analizar para tomar decisiones es importante, aun cuando no sea suficiente para garantizar un resultado positivo; lo importante, en su caso, es que el análisis razonado aumenta la probabilidad de alcanzar el éxito y disminuye la probabilidad de cometer errores.
Siempre será valioso conocer el porqué de una decisión. Polibio concibió que todo imperio seguía el ciclo vital de la existencia: nace, crece, llega a la madurez o al apogeo, para después declinar y morir; además, conforme a su anaciclosis todo régimen político tiende a degenerarse. La visión del historiador griego es irrefutable; sin embargo, el análisis histórico también hace ver que hay gobernantes que aceleran las fases de declive y de degeneración, actuando en ellos la frivolidad, la ignorancia o, tal vez, la estupidez.
Habría que comprender las razones por las que Trump emprende una guerra comercial. El economista Richard D. Wolff es tajante y concluye que ello obedece a que el poderío estadounidense se encuentra en declive y al borde del colapso; y que el proteccionismo terminará por arruinar las bases de su economía, al acelerarse el deterioro de los niveles de ingreso y de consumo de los trabajadores y sus familias, así como las tasas de productividad y de competitividad de las empresas.
Trump retoma las ideas colonialistas y proteccionistas de los siglos XVIII y XIX. Dejemos a un lado si en este momento pudieran ser eficaces o no, el examen histórico conduce a descubrir que tiempo después trajeron consigo una violencia atroz, con dos conflagraciones mundiales. El resultado fue horrible: más de 80 millones de seres humanos perdieron la vida y numerosas ciudades y regiones fueron destruidas; la bestialidad humana llegó hasta el genocidio. En 1945, el hombre se dio cuenta que tenía la capacidad de extinguirse a sí mismo. En las condiciones actuales, dado el avance en el potencial destructivo, el apocalipsis sería casi inevitable. Ante este resultado predecible, no tendría caso siquiera consultar a un oráculo, como se hacía en la antigüedad.
¿Qué lleva a concluir que el imperialismo estadounidense se encuentra al borde de un colapso? Existen dos factores que desde hace una década pudieron haber provocado un efecto tsunami en la economía planetaria: la deuda pública y el déficit fiscal de Estados Unidos. Hipotéticamente se podría decir que este país no ha sucumbido porque tiene el monopolio en la emisión del dólar, lo que le ha permito endeudarse progresivamente, pero en forma cada vez más riesgosa.
El cociente deuda pública a PIB de Estados Unidos alcanzó en 2024 un índice de 121%; es decir, su deuda triplica a lo que genera de riqueza. La ratio indica ya un alto grado de insolvencia; eso no es todo, en la última década ha crecido en alrededor de 20 puntos porcentuales; es decir, ha requerido de un mayor techo de endeudamiento para poder funcionar y sobrevivir. La deuda ha alcanzado su máximo histórico con una cifra que conviene expresar en su mayor extensión posible: 36,222,207 millones de dólares; esto es, Estados Unidos es el país más endeudado del mundo. Si lo quisiéramos ver en términos per cápita esto significa que cada ciudadano o residente norteamericano debe 106,050 dólares, lo que significa más de 200% de su PIB per cápita.
A diferencia de Japón, cuya deuda básicamente es interna, 40% de la deuda pública estadounidense se encuentra en manos de inversores extranjeros, encontrándose Japón, China y Reino Unido a la cabeza. Las dos potencias asiáticas, ante las amenazas de Tump, han anunciado que se desharán de la tenencia de bonos del tesoro, lo que sin duda presionará a las tasas de interés y hará volátil al dólar. Es indeseable, pero ya no es del todo desproporcionado pensar que Estados Unidos pudiera caer en una situación de default o impago; lo que sí es un hecho es que sus dos grandes competidores tecnológicos (China y Japón) contribuyen ampliamente a financiar su deuda, lo que lo hace vulnerable ante ellas.
La economía se tiene que ver como un sistema con variables que se interrelacionan entre sí; de modo que la deuda pública está aparejada con un déficit fiscal creciente. En Estados Unidos, en 2024, este déficit con respecto al PIB se situó en 6.4%, cuando este índice históricamente se ubicaba en 3.7%. Los recursos propios (impuestos y tarifas) se han hecho cada vez más insuficientes para financiar su gasto; lo que obliga a su gobierno a contratar más deuda. En los últimos cinco años el déficit fiscal representó más de 5.5% de su PIB, situación que no se había presentado desde 1930, como consecuencia de la gran depresión. Los recortes en salud, educación y otros gastos sociales ahora son obligados, más cuando su déficit primario (excluye intereses de la deuda) alcanza una proporción de 3.9% con respecto al PIB.
Dada la abultada deuda pública, la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) estima que el gobierno americano gastará más en el coste del servicio de la deuda que en los gastos de la defensa, que en 2024 fue de 886 mil millones de dólares. Esta tendencia se mantendrá en los próximos años; esto es, bajo las mismas circunstancias, en 2033 el pago de la deuda sería de alrededor de 1,527 mil millones de dólares, frente a los 1,045 mil millones de dólares de gastos en defensa.
La correlación entre deuda pública y déficit fiscal se hace más clara con el siguiente dato: uno de cada 5 dólares gastados por el gobierno estadounidense se destina a pagar a los inversores por el dinero prestado, en lugar de hacerlo en inversiones que garanticen el crecimiento futuro (Los Angeles Times). Viendo estos datos, se evidencia que el retiro del apoyo militar a Ucrania no es un acto bondadoso; se trata más bien de una guerra que se iba a perder, cuyo financiamiento era incosteable y que aumentaba la presión fiscal y de deuda de Estados Unidos. La nobleza también resulta cuestionable porque la deuda de Ucrania por la guerra que asciende a 300 mil millones de dólares va a terminar en un verdadero despojo, al cobrarse Estados Unidos con la explotación de sus tierras raras.
El dólar es la moneda más importante del mundo por tres razones fundamentales 1) se utiliza como reserva valor, representando el 60% de las reservas internacionales de los bancos centrales; 2) domina el sistema financiero global, ya que se utiliza para transferencias, pagos internacionales y préstamos; y 3) es el principal medio de cambio en el comercio de bienes y servicios. Sin embargo, el mundo se está desdolarizando: por el aumento del comercio en monedas locales; por el crecimiento acelerado de nuevas potencias, ahora el yuan (la moneda china) participa con más de 20% del comercio mundial; y por el surgimiento de nuevos acuerdos comerciales y sistemas de pagos alternativos, como los BRICS. Esta es la mayor amenaza para el predominio estadounidense: el bloque de los BRICS contribuye con 36% de la producción mundial, contra 29% del G7; participa con la quinta parte del comercio global; y concentra 45% de la población del orbe. Su potencial también es impresionante: se estima que el PIB conjunto de los países BRICS aumenté de 26.9 billones de dólares en 2024 a 36.6 en 2029; es decir, estamos hablando de una tasa de crecimiento promedio anual de 8%; frente a un crecimiento que apenas supera el 2% del G7.
¿Les preocupara a los países del BRICS que Trump los amenace con imponerles aranceles de 150%? No mucho, han constituido un banco de desarrollo para financiar proyectos en los países emergentes y en vías de desarrollo; además de que cuentan con un plan para crear un sistema comercial y financiero independiente al dólar estadounidense. El predominio económico de Estados Unidos ahora más que nunca está en duda.
La obsesión de Trump por los aranceles no es más que una medida desesperada para evitar el desplazamiento de Estados Unidos como la principal potencia del orbe; ello en medio de una paradoja: quiere castigar al mundo, pero está castigando más a su país:
Un arancel es un impuesto que termina absorbiendo el consumidor, es decir, en los hechos se transforma en un sobreprecio; lo que presiona al alza a la tasa de inflacionaria. Ante este contexto de mayor inflación es previsible esperar un menor consumo privado y una disminución de las ventas. Walmart, la empresa minorista más grande del mundo, prevé una significativa disminución de sus ganancias, lo que ha propiciado una caída de sus acciones entre 8 y 9%, impactando al índice Dow Jones.
El liderazgo tecnológico en los procesos de electromovilidad, automatización, autonomía e inteligencia artificial lo tiene China, además posee el 70% de los metales extraños o raros, vitales en la era tecnológica actual. Los aranceles no sólo significan un sobrecosto, sino que desvirtúan las cadenas de suministro y de valor de las industrias concebidas como estratégicas; lo que actúa contra la productividad, rentabilidad y competitividad de las propias empresas estadounidenses. Esto ha provocado la caída de Wall Street y de todos los índices bursátiles. El Nasdaq cayó en 10% durante febrero y marzo, reflejando pérdidas y bajas expectativas de las principales empresas tecnológicas (“las siete magnificas”), entre ellas, Tesla.
Estados Unidos no puede concebirse como una ínsula en medio de un comercio que no puede dejar de ser global. En la racionalidad de un comprador, inversionista o consumidor, siempre actuará el binomio calidad – precio, en tanto que la opción de elección la da el mercado global. ¿Quién va a un comprar un vehículo Tesla, si un BYD resulta de mayor calidad y tiene un menor precio? La imposición de los aranceles hará todavía más competitivos a los bienes provenientes de China y afianzará a ese país como el principal exportador en el mercado internacional. Estados Unidos está dejando una gran tajada en el comercio mundial. En 2024, ambos países mantenían un nivel de participación similar en el mercado global, entre 13.6 y 13.8%; pero es previsible que en este mismo año el gigante asiático supere al norteamericano. Contrario a lo que piensa Trump, las inversiones y los empleos se dirigirán más hacia China y a los países que se articulan a su expansión comercial y desarrollo tecnológico; y no a una economía que se enconcha y que pierde mercados y competitividad.
Los aranceles son abominables para los socios comerciales porque significa un incumplimiento de acuerdos comerciales previamente pactados. Esto fractura las alianzas geopolíticas y genera rechazo hacia los productos de Estados Unidos; más porque la estrategia proteccionista ha estado acompañada por una verborrea expansionista e injerencista. En el colmo, Trump puso a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) a Elon Musk, convirtiéndolo en el cortacabezas de empleos y programas sociales; generando con ello un repudio por la marca Tesla en el propio territorio estadounidense. Las ventas de los vehículos Tesla han caído 40% en Europa y 11% en California, Estados Unidos; en tanto que las acciones de la empresa han decaído 24%, acumulando una pérdida de 40% en los últimos tres meses.
Todo parece indicar que Trump va a flexibilizar su política arancelaria, se ha dado cuenta que su popularidad ha descendido por abajo de 50%; también que el mercado de capitales y los principales índices bursátiles ha descendido sistemáticamente y hasta con días negros; además de que no es de dudarse que importantes industriales y otros dueños del capital y del dinero le hayan mostrado su preocupación e inconformidad. Sin embargo, todo puede suceder, estamos ante un gobernante anacrónico que cree en el destino manifiesto y cuya ideología se sustenta en el nacionalismo, la religión y la raza; y que cree más en la predestinación que en la ciencia. He ahí su prepotencia, su carácter explosivo y rijoso y la costumbre de imponer su santa voluntad.
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